Por Luciano Migliazzo:
Para entender la llegada de Ángel Guillermo Hoyos a Talleres debemos remontarnos a los últimos días de diciembre, cuando Alexander Medina pegó el portazo y le comunicó a Andrés Fassi que no iba a continuar en el club. Luego de que finalizará uno de los ciclos más exitosos del club desde que juega en primera división, el presidente salió al mercado con la necesidad de encontrar rápidamente un nuevo entrenador. Esto no sucedió. Los días pasaron y las primeras opciones que tenía en mente el mandatario se fueron diluyendo. Tras recibir el ‘no’ de Hernán Crespo, Gabriel Heinze, Jorge Almirón, Luis Zubeldía, Paulo Pezzolano y Eduardo Berizzo, entre otros, Fassi terminó eligiendo a Hoyos, un DT que nunca estuvo entre las prioridades y que terminó llegando como último recurso.
La búsqueda de un nuevo entrenador se extendió durante semanas y los jugadores debieron iniciar la pretemporada sin tener en claro quien iba a ser su conductor. Hoyos fue presentado el 14 de enero y con pocos días de trabajo debió afrontar los amistosos de verano. Salvo algunos pasajes de buen fútbol contra Belgrano, Talleres no mostró una buena cara en sus partidos de preparación y las primeras dudas comenzaron a sembrarse antes del comienzo de la Copa de la Liga Profesional.
En ese lapso, el club se reforzó con doce caras nuevas: Matías Esquivel, Francisco Álvarez, Kevin Pereira, Rodrigo Garro, Ramiro González, Matías Catalán, Gastón Benavídez, Alan Aguerre, Federico Girotti, Christian Oliva, Matías Godoy y Emerson Batalla. En su mayoría, estos fichajes llegaron en calidad de “promesas”, una de las políticas de incorporación que mantiene la gestión Fassi y que en el pasado le rindió frutos, sin embargo, en esta ocasión no fue así. Los jugadores que llegaron aún no cumplieron con las expectativas, y salvo alguna pincelada de Garro o Girotti, no le rindieron al entrenador. Estos refuerzos no pudieron maquillar las bajas de Nahuel Tenaglia, Juan Cruz Komar y Carlos Auzqui, y a Hoyos le costó encontrar el equipo.
En las primeras tres fechas del campeonato: Platense (0-1), Unión (0-0) y Patronato (0-0), Talleres fue un calco de lo que había sido en los amistosos de pretemporada: un equipo sin ideas ni juego asociado, con errores defensivos y una preocupante producción en ataque. Recién en el tercer minuto de descuento del partido ante Newell’s (1-2), la T convirtió su primer tanto en la Copa de la Liga.
Para colmo de males, las lesiones le jugaron una mala pasada al entrenador y no pudo contar con Valoyes y Santos en las primeras cuatro jornadas.
Ante Racing, se empezó a vislumbrar que el rumbo no iba a cambiar. El Matador jugó uno de sus peores partidos desde que regresó a primera, y por impericias de su rival a la hora de definir, no se terminó yendo de Avellaneda con una goleada encima. Hoyos pifió con el planteo inicial y su equipo se vio superado en cada faceta de juego. Incapaces de cambiar la situación, el nerviosismo comenzó a apoderarse de los jugadores y una muestra de ello fue la infantil expulsión de Enzo Díaz, que dejó a sus compañeros en desventaja numérica con la mitad del encuentro por jugarse.
Tras una semana cargada de especulaciones sobre su continuidad, Hoyos sabía que frente a San Lorenzo era ‘ganar o ganar’. Luego de un comienzo prometedor, donde la T mostró su mejor versión en el torneo, todo ese entusiasmo se fue diluyendo y el equipo terminó cayendo en sus viejos vicios. El desorden, los nervios y los errores se apoderaron nuevamente de los jugadores, que como en todo el campeonato, no encontraron una respuesta de su líder en el banco de suplentes. Al igual que contra Racing, Talleres terminó perdiendo ‘generosamente’ por 1 a 0 y una vez finalizado el partido el Kempes habló. Los hinchas se expresaron con insultos y silbidos a Hoyos, dando a entender que esa derrota era la gota que había rebalsado el vaso, y si que lo fue.
Después de mantener una larga charla en el vestuario, Andrés Fassi y Ángel Guillermo Hoyos dieron la cara en conferencia de prensa y allí el presidente comunicó la decisión que todos conocemos.
Por primera vez desde que es presidente de Talleres, Fassi terminó finalizando el contrato de un director técnico antes de tiempo, y como él mismo admitió, es el máximo responsable. La elección de un entrenador que llegó como última opción y el mal mercado de pases, terminaron decantando el futuro de Talleres en el comienzo del semestre. Pese a tener la Copa Libertadores a la vuelta de la esquina, Fassi realizó contrataciones austeras, priorizando el valor de reventa y no la calidad para conformar un equipo competitivo. La falta de jerarquía quedó muy expuesta, tanto dentro de la cancha, como en el banco de suplentes. Con estas causas era cuestión de tiempo para que la bomba explote. Crónica de una muerte anunciada.