El miedo a perder el partido ante el rival de toda la vida, el contexto, los hinchas, la localía, el presente, todos condicionantes que suelen sucumbir contra el espectáculo. Pero no, por suerte, no. Fue un partido que tuvo todo lo que muchas veces un clásico no nos suele brindar. Empezando por dos estilos marcados bien diferentes y que además demostró que ambas son importantes y por algo les dio tantos puntos en lo que va del campeonato.
Belgrano entendió que había que respetar a Talleres, que no alcanzaba con jugar solo en Alberdi y entonces decidió jugar con Vegetti sólo arriba, sabiendo que podía haber proyección de los laterales pero en definitiva con un solo delantero contra los cuatro problemas que le pone Talleres a todos los rivales cada partido: Sosa, Valoyes, Garro y Santos.
Análisis aparte para Nahuel Bustos que se siente muy distinto cuando el rival se llama Belgrano. Fue el jugador más determinante, no solo por el gol, sino por las situaciones claras de gol que lo tuvo siempre como protagonista en su equipo y casi que bien pudo ganarlo solo.
El empate no daña y mucho menos si se trata de un clásico con tantas posibilidades de un lado y del otro. Por supuesto que para las aspiraciones de Talleres puede sonar a poco pero también es cierto que no deja de ser un partido de visitante que además ofrece seguir sumando para el objetivo de clasificar a las copas internacionales. Para Belgrano, lo mismo, el punto suma mucho para su objetivo primordial de permanecer en la categoría y le queda la materia pendiente de dejar pasar la posibilidad de cortar una racha adversa que supera los 16 años ante su rival de toda la vida.
Teníamos muchas expectativas de volver a vivir un clásico en Primera División, que por cierto no son tantos, y cumplió con creces. Ahora a esperar hasta el segundo semestre donde los puntos serán mucho más pesados porque ahí si se estará más cerca de los objetivos trazados por cada uno al comenzar el 2023.
Por Ricky Vázquez.
