Por Ricky Vázquez:
El riesgo latente en los estadios argentinos es una sombra persistente que, aunque ha ido menguando con el tiempo, aún no se disipa por completo. Desde los tumultuosos años 90, donde la violencia parecía empañar cada encuentro deportivo, transitamos un largo camino hacia una mayor seguridad en los estadios. Sin embargo, el peligro persiste, aunque ahora se manifiesta de una forma diferente: las bengalas.
En la provincia de Córdoba, donde prefiero no señalar un estadio específico, hemos sido afortunados de no lamentar muertes causadas por el uso irresponsable de estos artefactos. Pero el término “afortunados” es engañoso, ya que la suerte no debería ser un factor determinante en la seguridad de los espectadores. Recientemente, fuimos testigos de incidentes en el estadio Belgrano-Instituto en el Kempes, así como en el estadio de Alberdi, donde la tragedia estuvo a punto de desencadenarse.
Las preguntas surgen de forma inevitable: ¿es un error en los protocolos de seguridad? ¿Una negligencia por parte de los dirigentes? ¿O acaso hay complicidades que permiten la entrada de estos artefactos peligrosos? Las respuestas son elusivas y las soluciones no son evidentes. ¿Debemos castigar a todos por los errores de unos pocos? La idea de jugar partidos a puerta cerrada parece ser la única medida que realmente golpearía donde más duele: en la imposibilidad de disfrutar del “poder ir a la cancha”, algo que valoramos enormemente, como lo demostró nuestra masiva vuelta a los estadios tras la pandemia.
Pero la verdadera raíz del problema radica en la conciencia colectiva. Es necesario que los clubes asuman su responsabilidad y tomen medidas concretas. Hay miles de videos en redes sociales de los clubes y es necesario por ejemplo concientizar con el mensaje de jugadores que supliquen por el cese del uso de bengalas. Es lo mínimo que podríamos esperar de ellos. Es hora de reconocer que la creatividad no está reñida con la seguridad. Recordemos el día en que todos, en un gesto de unidad, iluminaron el estadio de celeste con las linternas de los celulares. Sin poner en riesgo vidas, se logró impactar al mundo entero.
Es hora de dejar atrás las bengalas y abrazar formas más seguras y creativas de expresar la pasión. No necesitamos esperar una tragedia para actuar. La advertencia está clara: las bengalas matan. Depende de nosotros, como aficionados, como dirigentes, como sociedad, poner fin a esta peligrosa práctica. Porque el fútbol debe ser un espacio de pasión y alegría, no de miedo y peligro.