Llévense el dichoso partido de vuelta, por favor

Tras conocerse la decisión de Conmebol de disputar el partido en España, algunos españoles no están de acuerdo con la decisión y dan sus argumentos. Tomás Campos, periodista del reconocido diario español escribió una columna con su opinión del encuentro.

Tienen razón. Disputar la vuelta de la final de la Copa Libertadores en Madrid es un disparate. A bote pronto, había dos soluciones lógicas de las que la Conmebol y sus dirigentes, vaya por Dios, no sacaban tajada alguna: suspender a River y dar el trofeo a Boca o disputar el encuentro en el Monumental a puerta cerrada. Cualquier otra ‘solución’ se me antoja contra natura pero el dinero es el dinero, ¿no?

“Ya puestos, nos llevamos el partido a un lugar donde se pague en euros, que el peso argentino tiene el Baile de San Vito”, debieron pensar los gerifaltes del fútbol sudamericano. El Bernabéu, además, iba a dar lustre a una competición sin demasiado recorrido internacional porque, no se engañen, la Libertadores, fuera de Sudamérica, no interesa a casi nadie. Interesaba, eso sí, el Boca-River-River-Boca, pero no por cuestiones futbolísticas sino por todo lo que rodeaba a este histórico enfrentamiento.

Visto así, la elección de la capital española tenía cierto sentido aunque era evidente que desvirtuaba la competición. Lo que no tiene sentido, mire usted por dónde, es criticar sin desmayo al improvisado anfitrión con argumentos tan peregrinos como la Conquista/Colonización/Descubrimiento/Masacre de América.

Esto, señores míos, es un maldito partido de fútbol y no tiene nada que ver con San Martín, Bolívar o el oro que tan miserablemente se afanaron los españoles mientras los británicos se dedicaban a evangelizar, educar y cuidar a los afortunados indios de América del Norte. Yo, por mi parte, apenas tengo un anillo del preciado metal y desconozco si procede de una mina de Perú o Sudáfrica. Eso sí, lo pagué al contado y en euros.

Por todo ello, sería aconsejable que se plegasen a las insistentes presiones de Boca y River y se lleven el partido de vuelta a Argentina. Lo que hagan luego, francamente, me importa un comino. Partan la Copa por la mitad o juéguense el título en la Play. Por lo que a mí respecta, esta final acabó en el mismo instante en el que unos cebollinos se dedicaron a tirar piedras al autobús de Boca con el beneplácito de la policía.

A mí, que vivo a 200 metros del Bernabéu y tengo dos hijos de 3 y 5 años, lo que menos me interesa es tener a 80.000 argentinos con el corazón desbocado en el patio de mi casa, entre otras cosas porque entre esos 80.000 habrá, seguro, decenas de cabezas huecas encantados de liarla parda antes y después del partido.

Tristes, nos conformaremos con organizar la final de la Liga de Campeones esta misma temporada en el Wanda Metropolitano. Seguro que no habrá tanta pasión y los cánticos brillarán por su ausencia, así que tocará hablar de fútbol. Sólo de fútbol.

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