Repasamos la vida de “Ringo” Bonavena, el campeón del pueblo

Oscar Natalio Bonavena nació un 25 de septiembre de 1942. Su vida, gracias a su personalidad “vendedora” y “marketinera”, alcanzó altura de popularidad ilógicas. Expertos coinciden en que no era uno de los mejores boxeadores del ámbito argentino, sin embargo logró combatir ante Muhammad Ali y Joe Frazier, dos colosos de la época.

Ezequiel Fernández Moores, escritor, periodista y autor del libro “Díganme Ringo”, lo definió como Boxeador, cantante, modelo, showman, personaje y comparsa del jet-set, Bonavena fue ante todo un producto inventado por sí mismo”. Cherquis Bialo, en su cobertura boxística, lo definió de otra manera, tal vez más negativa: “Bonavena fue histriónico, muy porteño, de humor cambiante, muy beat (de allí su apodo Ringo), mediático, edípico (el amor por su madre siempre estuvo por encima de cualquier otro sentimiento), soberbio, simpático, envidioso, expresivo, sensible, suficiente, generoso. Irónico, conflictivo y a veces rencoroso”.

Sus inicios

Profesional y amateurmente nació en el club cuervo de Boedo luego, por cuestiones de indisciplina y con intencionalidad, se mudó al club Huracán donde creció su segundo amor, el primero fue su madre Dominga.

Con muchas peleas “sobre el lomo” fue convocado para representar la Delegación Argentina de los Juegos Panamericanos de San Pablo, celebrados en 1963. Ringo no tuvo mejor idea que morderle el pezón a su contrincante, el estadounidense Lee Car, que llevó a su descalificación y una fuerte sanción que ocasionó la perdida de su licencia de amateur.

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El púgil argentino tuvo que decidir: volver a sus “changas” de carnicero, guardia de boliches y otros rebusques o lanzarse como profesional. Si dudarlo se contactó con los managers y entrenadores Alfredo y Tino Porzio, catalogados como grandes profesionales y con experimentados boxeadores bajo sus alas. Le retocaron su técnica y lo recomendaron en Estado Unidos donde un muchacho llamado Cassius Marcellus Clay Junior comenzaba lo que sería su exitosa carrera, Ringo, con su chispa, tomó nota del afamado y parlanchín boxeador.

La vuelta a sus orígenes

Luego de su primera humilde bolsa de 80 dólares y de generar gran expectativa en el país del norte tuvo que volver a la Argentina por la muerte de su padre, Vicente. Aquí continuo su carrera donde vio con buenos ojos pelear ante Gregorio “Goyo” Peralta. Ringo, atrevido, disparó frases habituales en él: “Díganle a Peralta que lleve la cédula porque después de la pelea no lo va a conocer ni su vieja”.

Los que conocen de este deporte, alegan que siempre se necesita un “bueno” y otro “malo”; Bonavena era el último: bocón, exuberante, el villano, “Goyo” era el respetuoso, bien hablado y amado entre el público.

En la pelea había 20.000 personas, una locura para el Luna Park. Todos habían ido para ver perder al nuevo, al que habló de más. Ringo ganó por decisión unánime, incuestionable. Bonavena, en la intimidad, le confesó a Peralta que toda la previa fue para llamar la atención y hasta lo invitó a comer los famosos ravioles de su madre, Goyo, respetuoso, declinó de la oferta.

Esta pelea lo catapultó al éxito. La leyenda se transformó en fama mediática, cantante, televisación de almuerzos, animación en bares. De todos modos siempre supo discernir de la fiesta y el boxeo, obvio eligió el deporte.

Su apodo

Una de las tantas palabras que le hacían referencia era el “campeón del pueblo“, ¿por qué?: peleó antes Joe Frazier, Jimmy Ellis, Floyd Patterson, Zora Foller, Alí, etc, el factor común fue que perdió ante todos. Pero el goce y la empatía que generaba en la gente era única, brindaba un espectáculo, era un show.

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Ringo vs Mohamed Ali

Su popularidad le hizo llegar a lo más alto, al sueño que tenía todo boxeador en aquel momento: pelear con el inigualable, The Greatest (El más grande).

La pelea no fue de las mejores, el de Louisville estaba pesado, le habían quitado 3 años de su carrera (además de sus títulos) por negarse ir al frente de batalla de Vietnam, Bonavena estaba comenzado el fin de su carrera. El argentino aguantó pero el 7 de diciembre de 1970 fue noqueado en el último asalto por su rival.

Final trágico y el nacimiento del mito

Como dije estaba llegando a su final, pero nunca se supuso que era este. El argentino quería la revancha y en ese afán cayó en manos de Joe Conforte, un siciliano de 57 años casado con Sally Burgess. Primero pasó por Nueva Jersey, luego por Reno, allí abrió el Mustang Bridge Ranch. Entró en juego la mafia de la primera ciudad nombrada, el capo Lou Bonanno, con establecimientos dedicados al juego y prostitución, le dio el visto bueno a Conforte para manejar el Mustang.

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Joe Conforte con Sally Burgess.

En este contexto Ringo peleó una sola vez atado al contrato sombrío de Conforte. En una charla telefónica con Cherquis Bialo, luego del combate frente a Billy Joiner en 1976, la cual aparece en Infobae,  le mencionó: “Esto es un circo, viejo. Alrededor del ring hay mesas con faisanes, champagne, putas hermosas vestidas de gala, millonarios con guardaespaldas, camareras prácticamente en bolas sirviendo, risotadas, todo el mundo fuma habanos o cigarrillos o marihuana. Es una cagada, un desastre. ¿Quién puede pelear así? Ah, -recordó azorado- te tiran comida al ring si algo de lo que estás haciendo no les gusta. Pan y circo, viejo. Yo aquí no peleo más…“.

Ringo había perdido el norte. Tenía una relación buena con Sally Burgess, a la cual le hacía las quejas de su actualidad, quejas que llegaban al oído de Conforte quien estaba preso por sobornar a un fiscal.

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Bonavena con su compañera de vida, Dora.

Luego de idas y vueltas y hasta una noche en la cual confronto con el dueño del prostíbulo, recibió un llamado, una trampa para hacerlo enojar más aún. Amenazado, sin ninguna chance de pelear en la élite mundial de nuevo, fue al Munstang Ranch en su Chevrolet, modelo Montecarlo Coupe 75′ y comenzó a amenazar a los guardaespaldas. Allí se encontraban John Coletti y William Ross Brymer, el último, desde lo alto del edificio le disparó con una escopeta, una de las balas le atravesó el corazón.

Ringo tuvo un fin que no coincidió con su carrera, demasiado joven y aún con más pelea para dar. Su personalidad lo llevó a tener grandes momentos de popularidad pero también le atrajo grande enemigos, como cualquier gran campeón.

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