Por Ricky Vázquez:
En el río revuelto del fútbol argentino, siempre se escuchan murmullos que anticipan cambios. El último rumor que ha cobrado fuerza en las últimas horas es la posible entrada de un inversor en el mundo de Belgrano, desatando una serie de especulaciones y reflexiones sobre el futuro del deporte más apasionante del país.
Dicen que cuando el río suena, agua trae. Y en este caso, parece que el cauce está más agitado que nunca. El rumor del posible inversor, impulsado por el presidente Luis Fabián Artime, aunque por ahora solo eso, un rumor, podría ser la pieza que faltaba para entender la reciente ruptura en las negociaciones para renovar el ciclo al frente del club de Alberdi. Pero este no es un acontecimiento aislado. Se enmarca en una serie de tensiones y acusaciones que protagonizaron dirigentes como Verón y Fassi, junto a Girotti y los comentarios de Pablo Toviggino en redes sociales. Todo parece estar conectado, incluso con el proyecto que la AFA se apresta a presentar.
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¿De qué trata ese proyecto? Todo indica que la AFA busca un punto medio entre dos extremos. Por un lado, la necesidad de inyectar capital privado al fútbol argentino para su sostenibilidad y competitividad; por otro, el temor de convertir los clubes en sociedades anónimas, dejando a un lado la voz de los socios y cediendo el control a inversores externos.
El caso de Defensa y Justicia o el reciente ascenso de Riestra son ejemplos de cómo la inversión privada puede ser clave para la resurrección de clubes que parecen no tener la estructura necesaria para subsistir en una liga tan competitiva y sin la ayuda de un número importante de socios. Un ejemplo concreto en Córdoba fue en su momento la llegada de Fassi a Talleres, que significó un impulso económico crucial para el club, a partir que fue elegido presidente. Pero la línea es delgada: ¿cómo asegurar que la inversión no devenga en una pérdida de identidad y control por parte de los socios?
La propuesta de la AFA parece apuntar hacia el blanqueamiento del ingreso de capitales privados, sin necesidad de convertir los clubes en sociedades anónimas. Es una manera de proteger a los dirigentes pero permitiéndoles acceder a los beneficios de la inversión privada, sin perder el alma de las instituciones.
El gobierno nacional, por su parte, parece estar abierto a esta idea, buscando una flexibilidad que permita a los clubes decidir, al menos de manera democrática, si desean transformarse en sociedades anónimas deportivas. El próximo 25 de mayo podría ser un día crucial en esta historia, cuando se busque avanzar con la idea del gobierno. Pero más allá de las decisiones que se tomen, queda claro que el fútbol argentino está en un punto de inflexión, donde el equilibrio entre tradición y modernidad será clave para su futuro.
